martes, 18 de junio de 2013



La reina Batata


Estaba la Reina Batata 
sentada en un plato de plata,
el cocinero la miró 
y la reina se abatató.


La reina temblaba de miedo, 

el cocinero con el dedo, 
que no que sí, que sí que no... 
de malhumor la amenazó.


Pensaba la Reina Batata: 
"Ahora me pincha y me mata" 
y el cocinero murmuró: 
"Con ésta sí me quedo yo". 

La reina vio por el rabillo 
que estaba afilando el cuchillo 
y tanto tanto se asustó 
que rodó al suelo y se escondió.

Entonces llegó de la plaza 
la nena menor de la casa, 
cuando buscaba su yoyó 
en un rincón la descubrió. 

La nena en un trono de lata 
la puso a la Reina Batata 
colita verde le brotó...








(a la Reina Batata, a la nena, no)


Y esta canción se terminó.


                                                                                                Maria Elena Walsh
Los duendes y el zapatero

La mujer del zapatero dijo inquieta a su marido: -¿No puedes trabajar más rápido, querido?
El zapatero sonrió: -Claro que podría. Podría cortar el cuero con menos cuidado y dar puntadas más grandes. Pero quiero ofrecer a mis clientes lo mejor de lo mejor. Y eso lleva tiempo.

-Lo sé, querido, pero no queda dinero para comprar más cuero. Vas tan despacito que un par de zapatos te lleva dos días.
-Hago lo que puedo -respondió con tristeza el zapatero-. Mi vista no es tan buena como antes, y mis dedos ya no son tan ágiles.
El zapatero siguió con su lento y meticuloso trabajo. Y así, pronto se acabó el dinero y se terminaron el ante y las pieles para hacer zapatos. En la mesa sólo quedaba una tira de cuero. Su esposa le preguntó:
-¿Qué vamos a hacer mañana, cuando ya no quede cuero ni zapatos que vender?
El zapatero sonrió. -Mañana nos preocuparemos.
Pasó el día entero cortando un calzado con aquella última tira de cuero. Pensaba... "seguramente éste será el último par de zapatos que haré en mi vida, así que me gustaría que fuera el mejor'.
Se fue a la cama dejando las plantillas ya cortadas en su mesa de trabajo.
-Qué pena que seamos pobres -le dijo a su mujer antes de dormirse.
-Tú ya haces lo que puedes -le consoló ella- No se puede pedir más.


A la mañana siguiente, el zapatero se limpió las gafas, enhebró la aguja y buscó los pedazos de cuero. Pero algo increíble había ocurrido. En el centro de la mesa había unos zapatos terminados, perfectos y brillantes hasta la última hebilla. Alguien los había acabado mientras él dormía.
-¡Fíjate qué maravilla! -exclamó, y se los mostró a su esposa-. ¡Mira qué hermosas puntadas! ¿Quién habrá hecho el trabajo?
Era un par de zapatos tan perfecto que lo vendieron por el doble de dinero. Aquel día el viejo zapatero pudo comprar otra tira de cuero y cortó dos pares de zapatos. De noche los dejó en la mesa y se fue a dormir mucho más contento. A la mañana siguiente encontró los dos pares acabados hasta los mismos cordones con sus remates.
-¡Es una obra de arte! -dijo el zapatero a su mujer. Los zapatos se vendieron a un precio tan estupendo que esta vez pudo comprar cuero para cuatro pares. Por la noche unas manos misteriosas cosieron los cuatro pares.
-¡Qué magnífica hechura! -exclamaban los clientes. Y vinieron de muy lejos a comprarle zapatos. El zapatero vendió a las damas zapatillas de baile, en bonito terciopelo, y botas de montar, largas y relucientes, a los caballeros.
-¡Tenemos cuero para toda la vida! -dijo, feliz, la mujer del zapatero- ¡Y viene tanta gente a comprar esos zapatos que casi somos ricos!
Pero el zapatero estaba pensativo.
-¿No te gustaría saber quién nos ayuda por las noches? Ya es hora de que lo averigüemos.
Así que una noche fría, la víspera de Navidad, el zapatero dejó sobre la mesa el cuero cortado y se escondió con su mujer en un rincón.
Al dar la medianoche, seis duendecillos desnudos salieron uno tras otro de detrás del reloj. Subieron a la mesa y al momento se pusieron a coser y a martillar, a hacer nudos y a dar lustre. De cuando en cuando paraban para soplarse las manos heladas, para calentarse los pies brincando en el suelo, o para acurrucarse unos contra otros y así combatir el frío del invierno. Tiritaban de la cabeza a los pies.
-Pobres criaturas -dijo la mujer-Tanto trabajar para nosotros y... no tienen ni siquiera una camisa y unas botas.
-Deberíamos hacerles un regalo para agradecerles sus servicios -respondió el zapatero.
Al día siguiente, muy temprano, su esposa empezó a coser camisas y pantalones de una tela abrigada y alegre. El zapatero sacó su aguja más fina y su cuero más blando e hizo un par de lindas botas para cada uno.

La noche de Navidad, pusieron sobre la mesa estos regalos y se escondieron en el rincón. Hacía un frío tremendo. Los duendecillos salieron tiritando y dando diente con diente; de sus bocas salían humaredas de aliento que se helaba en contacto con el aire. Al principio se quedaron asombrados al no encontrar cuero para coser. Pero luego vieron la ropa y comprendieron que era para ellos. Se la pusieron y empezaron a bailotear, riendo y dando palmadas con las manos ya calientes gracias a sus nuevos guantes de lana.
-¡Se acabó el hacer zapatos! ¡Ahora somos gente elegante!
Y cantando y bailando salieron a la calle por la puerta de la tienda.
-Nos hemos quedado sin la ayuda de los duendecillos -dijo riendo la mujer del zapatero-. ¿Qué vas a hacer ahora que viene tanta gente a comprarte calzado?
-Sencillamente, haré todo lo mejor que pueda- respondió el zapatero.
- Seguro que sí, querido- dijo su mujer- como siempre.

http://www.cuentosinfantiles.net/cuentos-los-duendes-y-el-zapatero.html

Había una vez...

Abdula y el genio

Allí donde las arenas doradas del desierto lindan con el profundo mar azul vivía una vez un pobre pescador llamado Abdula. Pasaba horas y horas en la playa echando su red al agua.
La mayor parte de los días tenía suerte y pescaba algo. Pero un día la suerte le volvió la espalda. La primera vez que lanzó su red recogió un paquete de algas verdes y viscosas. La segunda, un montón de fuentes y platos rotos. Y la tercera, una masa de pegajoso limo negro.
Abdula y el genio
"Un momento", pensó mientras miraba el fango que chorreaba de la red. "También hay una vieja botella. Me pregunto qué contendrá."
Abdula intentó sacar el tapón. Al fin, después de tirar de él durante un rato, lo consiguió y una bocanada de polvo se escapó de la botella. El polvo se convirtió pronto en humo y tomó diversas coloraciones que empezaron a dibujar una forma: primero una cara, después un cuerpo... La figura creció y creció. En pocos segundos un enorme genio se elevó por encima del aterrado pescador.
—¡Al fin libre! -rugió una voz más potente que el trueno-. ¡Libre después de tantos años! ¡Ahora voy a devorarte!
Abdula apretó la cabeza entre sus manos y gritó:
-¿Por qué? ¿Por qué? ¿Qué os he hecho?
-¡Te cortaré en pedacitos! -exclamó el genio, al tiempo que mataba una bandada de pájaros que pasaba volando por encima de su hombro.
-No lo hagáis, Señor Genio -suplicó Abdula. cayendo de rodillas- No quería molestaros. ¡Por favor, no me matéis!
-¡Te haré trocitos y te arrojaré a los peces! -vociferó el genio, que desenfundó una enorme espada curvada con la que rozó la nariz del pescador.
-¡Tened piedad! -lloró Abdula-¿Qué daño os he hecho yo?
-¡Silencio! -tronó el genio. Gritó tan fuerte que el eco de su voz hizo entrar en erupción un volcán cercano-. ¡Cállate y te diré por qué voy a matarte!
Y sin retirar su espada del rostro de Abdula, el genio comenzó su historia...
-El Gran Sultán Soleimán me encerró en esa botella para castigarme por los maleficios que realizaba en su reino. Me comprimió en esa horrible carcel de vidrio como una ballena prensada en un huevo. Luego la arrojó al mar. He permanecido durante siglos en el oscuro fango. Lo único que oía era mi propia respiración. Lo único que sentía eran los latidos de mi corazón. Mi única esperanza era ser pescado y liberado por un pescador.
Durante los primeros mil años grité: ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! A quien me haga salir le otorgaré la realización de tres deseos. Pero nadie me oyó y nadie me liberó.
Durante los mil años siguientes grité: ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! Quien me haga salir recibirá Arabia entera como recompensa. Pero nadie me oyó y nadie me liberó.
Durante los mil años siguientes quedé quieto y pensé para mis adentros: Si logro salir alguna vez de esta horrible botella, mataré al primer hombre a quien vea. ¡Y después de él a todos los que me encuentre!
-¡Pero el Sultán Soleimán murió hace casi tres mil años! -gritó Abdula.
-¡Exacto! -replicó con brusquedad el genio-. ¿Te sorprende que esté de tan pésimo humor?
Profirió un gran grito y el agua se puso a hervir en torno a sus tobillos. Levantó su gigantesca espada, que centelleó al sol, y cortó una nube en tiras encima de su cabeza. Luego miró hacia abajo para disfrutar por última vez del espectáculo del rostro aterrado del pescador.
Pero Abdula no sólo no estaba asustado sino que permanecía de pie, con los brazos en jarras, la cabeza ladeada y la cara iluminada por una sonrisa.
-Vamos, vamos, genio -dijo tranquilamente- Deja de tomarme el pelo y dime, de verdad, de dónde has salido.
El suelo tembló cuando el genio inspiró profundamente.
-¿Qué? ¡Tú, gusano! ¡Tú, inmundo bicharraco! ¡Prepárate a morir!
-¡Oh, vamos! Tú bromeas. Menudo cuento. Dime la verdad. Yo estaba distraído vaciando esa vieja botella y no te he visto acercarte.
-¿Qué? ¡Tú, hormiga! ¡Tú, tijereta! ¡Yo he salido de esa botella! ¡Y voy a matar a todo el mundo!
-Pero amigo mío, amigo mío -suspiró Abdula- Tu madre nunca te enseñó a decir mentiras, sobre todo gordas. Basta ver el tamaño de esa botella y las dimensiones de tu cuerpo: tú has salido de esa botella tanto como yo.
Entonces, Abdula, con grandes aspavientos, hizo como que intentaba meter el pie por el estrecho cuello de la botella.
-¡Tú, cucaracha! Tú... tú...
El labio inferior del genio empezó a temblar.
-¡Te digo que he salido de esa botella!
-¡Puafl -se burló Abdula- Entonces demuéstramelo.
Los pelos del pecho sucio del genio empezaron a erizarse y levantó el puño hacia el cielo con rabia. Luego, tras quedarse unos instantes pensativo, se fundió como un pedazo de mantequilla, en todos los colores del arco iris. Después los colores se diluyeron y un chaparrón de humo y ceniza se desplomó sobre la botellita y se quedó encerrado dentro.
-¿Lo ves? -dijo una extraña voz cavernosa desde el interior-¿No te lo había dicho?
Rápido como un relámpago, Abdula sacó el tapón de su bolsillo y lo introdujo en el cuello de la botella. Lo enroscó y lo apretó hasta que quedó bien ajustado.
-¡Eh! ¡Tú, gusano, déjame salir! ¡Déjame salir inmediatamente!
genio en la botella
-¡Oh, no!- dijo Abdula con una sonrisa- Ahí te puedes quedar otros mil años si vas a ser tan desagradable.
-¡No! ¡Por favor, no! Te prometo realizar tres de tus deseos si me dejas salir otra vez. ¡Abre esta botella ahora mismo, hormiga!
Abdula tomó impulso y con todas sus fuerzas arrojó la botella al mar tan lejos como pudo.
abdula genio botella
-¡Te regalaré Arabia entera! -chilló el genio mientras la botella volaba por los aires.
Hizo "plop" al caer al agua. No se oyó nada más, salvo el ruido de las olas que llegaban suavemente a la orilla.
Más tarde, aquel mismo día, Abdula regresó a la playa y colocó un letrero que decía: "Cuidado con el genio de la botella. No pescar." Y se fue con su red bajo el brazo a instalarse en otro lugar de la playa.

http://www.cuentosinfantiles.net/cuentos-los-duendes-y-el-zapatero.html

Estamos en otoño!!!

EL OTOÑO

ES EL OTOÑO,
LOS PÁJAROS SE VAN,
EL DÍA ES MÁS CORTO,
EL FRÍO EMPIEZA YA.
ES EL OTOÑO,
LAS HOJAS SE CAEN YA
Y UNA ALFOMBRA AMARILLA
EL SUELO CUBRIRÁ.